En el año 2006, exactamente en el mes de setiembre, vio luz una publicación atípica dentro del mundo de las revistas literarias producidas en el Perú. Su nombre es Argonautas. El primer número tuvo una cierta atención por parte de los lectores y aficionados al género fantástico. Fue una publicación modesta, tanto en forma como en contenido, aunque muy decente. Un trabajo hecho entre amigos, quienes aportaron textos sin pedir nada a cambio. Luego, varios de ellos ayudaron en la venta, comprando ejemplares o difundiéndolos como pudieron. Entre ellos estuvieron Fátima Salvatierra, Jorge Luis Obando, Luis Torres, Luis León, Christian Elguera y quien les habla. Argonautas fue un suceso en mi vida, el primer texto físico que lanzaba al mundo. Mi entusiasmo fue tal que decidí publicar cuatro cuentos de golpe en dicho volumen. Lo hice con tres seudónimos diferentes y confieso que el relato que firmé con mi verdadera identidad fue el que menos pegó de la revista. No obstante, aprendí mucho gracias a aquella publicación y me inicié en el mundo editorial, dentro del cual he seguido constante a pesar de las enormes barreras que siempre se ciernen frente a los intelectuales emprendedores. En el año 2007, Argonautas tuvo dos números más, en donde nos acompañaron escritores mayores, entre ellos, el excelentísimo José B. Adolph, quien gentilmente nos cedió dos de sus mejores relatos. Sin embargo, el número 4 de Argonautas, precisamente el volumen donde rendiríamos homenaje a este soberbio autor, tardó mucho en salir. Hubo varios factores, uno de ellos fue el tiempo y el esfuerzo (físico, mental, monetario) que puse en mi primer libro de cuentos: Historias de ciencia ficción, volumen que me parece entrañable y que espero reeditar algún día. El cuarto número de la revista Argonautas no vería luz hasta la segunda mitad del año 2009. Pero valdría la pena la espera. El texto tuvo una gran pegada y los relatos deleitaron a todos aquellos que tuvieron la suerte y la decisión de adquirirlo. Sin embargo, sacar una revista literaria física en el Perú es una tarea ardua, implica diversas aristas que hay que revisar con ojo clínico. Mi caso es un poco particular. He aprendido mucho en estos cuatro años y me considero una persona capaz de convocar a escritores. Todos aquellos que me han mandado sus cuentos, éditos o inéditos, alguna vez, han tenido plena confianza en mí. Un editor debe ser confiable para sus autores. Y no solo eso, he sido capaz de procesar cada texto que me ha sido enviado desde que me inicié en el mundo de la literatura. He tenido además la paciencia para revisarlo, corregirlo, acomodarlo dentro del volumen, hacerle una introducción y realizar todos los quehaceres necesarios para que dicho cuaderno llegue hasta su fase final. Lo he hecho cuatro veces. Los volúmenes nacieron y existen. Ya estoy trabajando en el quinto número de la revista Argonautas, el cual, espero, se convierta en el mejor trabajo que he realizado en mi vida. Todo por usted, amable lector. Todo sea por usted. Porque, gracias a usted, me he mantenido firme en mis convicciones acerca de la teoría de la lectura. Creo que si uno presenta un texto lo suficientemente interesante a una persona ésta logrará sumergirse en la historia, esté o no acostumbrada a leer. La Literatura no tiene porque ser aburrida. Cuando yo estaba en el colegio, los libros tenían mala fama. Había textos que invitaban al sueño, no menciono títulos ni autores para no herir susceptibilidades, pero lo que digo es cierto. Quizá en la época en que yo cursaba la escuela, no había una gran difusión de libros. Aunque el plan lector de primaria fue bueno. En mi etapa escolar leí grandes historias: El pequeño Nicolás, Las minas del rey Salomón, La isla del tesoro, Charly y la fábrica de chocolates, Eva Luna, Cuentos de Eva Luna, etc. En mi centro educativo, en secundaria, nos proponían ciertos títulos y cada quien escogía qué leer. Tal vez hubo una falta de orientación al respecto. Pero cabe decir que, si algunos sufrían con la lectura, había otros, a lo mejor unos pocos, que iban a la biblioteca y buscaban más sobre los autores que les gustaban. Y, si en aquellos tiempos, de la niñez-adolescencia, uno se enganchaba con un autor, libro o con la lectura en general, lo hacía para siempre. Así fue como me quedé atrapado en el mundo de las palabras. Luego vino aquello de querer escribir mis propias historias... Y todos sabemos que viene después. A lo que voy es que la lectura implica un desarrollo dentro de un ambiente adecuado. Si le hacemos llegar una publicación con textos crípticos y vanguardistas a un lector de pie, es casi seguro que no va a entenderlos y dejará el cuaderno en algún rincón olvidado. Y no es porque sea tonto, sino porque el escritor no ha encontrado el modo de conectar con él, de captar su atención. De no fatigarlo. El escritor debe brindar energías al receptor a medida que va leyendo, éstas serán procesadas dentro de su cerebro y lo impulsarán a llegar hasta el final. Es difícil, pero ya lo dijo el gran Borges. «La literatura debe entretener y conmover». Quizá también «sorprender», bueno esto lo añado yo. Esa energía, esa inventiva, ese sentido de la maravilla, o de lo siniestro, lo encontrará, en los textos de esta publicación llamada El horla, en homenaje al genial cuento del que es, tal vez, el mejor narrador del siglo XIX, Guy de Maupassant. Así como dicho autor vertió varias de sus obsesiones en aquel relato, los narradores aquí presentes han vertido sus obsesiones, sus demonios en estos textos. Otros tal vez han recurrido a sus fantasmas, sus traumas. Algo es claro, son buenos textos. Todos revisados por mí y organizados para brindarle unos, no tan breves, momentos de fascinación. La mayoría de los relatos son inéditos y solo podrá leerlos aquí. Algunos autores son mayores y han publicado uno o más libros. Otros son nóveles, no obstante a todos nos une un importante lazo: Nuestro apego y admiración por la literatura fantástica. El horla, en su formato fanzine (concebido así para reducir costos de producción y adquisición), pretende ser una publicación alternativa, hermana menor de Argonautas, la cual seguirá saliendo en un formato más ambicioso. De momento, goce de El horla, número 1, un regalo para usted, apreciado lector. La mesa está servida.
Carlos Enrique Saldivar
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